Empresa y sociedad vasca

Artículo del presidente de Confebask Roberto Larrañaga para Empresa XXI

Roberto Larrañaga, presidente de Confebask

Roberto Larrañaga, presidente de Confebask 

2018-11-22

No se pueden entender la una sin la otra porque, obviamente, la empresa forma parte de la sociedad vasca, y ésta es consecuencia en gran medida del compromiso empresarial con los valores compartidos por todos. No en vano, en Euskadi el 85% del empleo lo genera el colectivo empresarial privado. Y eso supone una ingente aportación al bienestar individual y colectivo que se traduce en servicios acordes a la sociedad desarrollada del primer mundo en la que, afortunadamente, vivimos.

Sin embargo, en no pocas ocasiones se traslada al conjunto de la población una serie de mensajes que sitúan a la empresa vasca como algo ajeno (e incluso agresivamente contraria) a la sociedad en donde se desarrollan y viven los/as emprendedores/as vascos, sus familias y sus proyectos.

Da igual el tema: cotizaciones, impuestos, siniestralidad laboral, medioambiente, reparto de la riqueza…Cualquier excusa es buena para aparentar una distancia que no es real. A cambio, nunca aportan datos para sostener su mensaje. Prefieren el conflicto al acuerdo, el griterío a las cifras, mientras olvidan que la empresa vasca está muy lejos de ser un ‘cuerpo extraño’ incrustado en la sociedad, una sociedad vasca que gracias, entre otras cosas, a la aportación de nuestras empresas se desarrolla en un entorno equiparable al de los países más avanzados.

De hecho, hoy en día disfrutamos de unos niveles de bienestar muy reseñables. El último informe recién publicado por el Instituto vasco de Competitividad – Orkestra – recuerda que en los últimos años el riesgo de pobreza en Euskadi ha evolucionado de forma muy positiva, lo que “permite a la CAPV situarse a la cabeza de las regiones europeas en cuanto a menores tasas de pobreza”. Esto parece indicar, continúa el informe, “que el ingreso está distribuido de una manera más uniforme y con menos desigualdad”.

Otro organismo estadístico, el INE, ya publicó en verano, que la tasa de riesgo de pobreza en Euskadi (en 2016, último dato disponible) era del 9’7%, la mitad que la del estado español, en donde esa tasa supera el 21%. Y la ratio de hogares vascos que asegura tener ‘mucha dificultad’ para llegar a fin de mes es del 5’4%. O lo que es lo mismo, más de 9 de cada 10 hogares vascos no pasan por esa grave situación. En el estado, el porcentaje de hogares que confiesan padecer penurias serias es el doble, en torno al 10%.  

Es evidente que en esta ecuación de bienestar la aportación de la empresa vasca es clave. Es ella la que genera actividad, y la que en función de su competitividad contrata, paga los sueldos y tributa por sus beneficios, es decir, devuelve a la sociedad buena parte de lo que genera. Porque en definitiva, es la empresa la que crea la riqueza del territorio que, posteriormente, las instituciones reparten.

Todos somos conscientes de que estos datos- aun situándonos a la cabeza de las regiones europeas de nuestro entorno - no tapan las dificultades de muchas personas, a las que hay que atender entre todos para impedir que se queden al margen. Para eso, entre otras cosas, nos dotamos de un sistema como la RGI, pionero en el estado – e incluso en Europa – al que, como empresa vasca, estamos orgullosos de contribuir con las cotizaciones sociales y los impuestos que generamos. Faltaría más. Cosa distinta, es verdad, son las diferencias que pueden quedar al descubierto al opinar sobre la mejor forma de gestionarla. Pero su filosofía, la necesidad de contar con un sistema amplio de protección social, bajo el principio de responsabilidad mutua – también del perceptor con la sociedad -   no está cuestionada por la empresa vasca, …de la misma manera que no lo está por el conjunto de la sociedad vasca.

Hay margen de mejora; y eso es algo que también es obvio, pero, recuperando el diagnóstico de Orkestra, y vuelvo a citar literalmente (sic) “la recuperación (económica en Euskadi) está consiguiendo evitar posibles dualidades en la que una parte de la población o las empresas siguen progresando, mientras que otras quedan excluidas de ese desarrollo…La evolución de los indicadores sociales muestra indicios de que la recuperación (vasca) está siendo inclusiva”. Un ejemplo más de una conexión evidente – empresa/sociedad, sociedad/empresa- que algunos insisten en negar.

Es posible que los resultados de nuestro modelo no lleguen al ‘sobresaliente’, pero, en comparación con los países de nuestro entorno más cercano y con los más desarrollados del mundo, sí que alcanzamos – cuando menos- un ‘notable’.  Y no es autocomplacencia. Se trata de realizar un diagnóstico compartido para, a partir de ahí, establecer fines y objetivos que contribuyan a construir una sociedad vasca todavía más inclusiva y más justa.

Hace poco leí que el profesor Antón Costas – catedrático de Economía de la Universidad de Barcelona - decía en una conferencia en la Universidad de Deusto, que una sociedad más justa e igualitaria contribuye a un crecimiento económico más robusto y estable. Y que la falta de progreso social pone en peligro tanto la democracia como el propio capitalismo. No puedo estar más de acuerdo con esa aseveración. El progreso social en Euskadi es consecuencia del progreso empresarial, porque la empresa vasca – insisto - es sociedad vasca. Y por eso, responde a eso que el conjunto de la ciudadanía entiende como justo y necesario. Son valores que nos enseñaron y que, con más o menos acierto, tratamos – todos – de poner en práctica.

Por supuesto hay excepciones, pero que no impiden que la ‘foto’ actual de nuestro país sea la de una sociedad con retos– claro – a los que hacemos frente con los mismos, o incluso mejores resultados que los de los países más avanzados de Europa. Y a esas cifras de cohesión social y menor desigualdad contribuyen de manera muy protagonista las empresas vascas.