"Para avanzar en la negociación colectiva hace falta voluntad, no tanto de generar conflictos, como de encontrar soluciones"

Primer aniversario de la firma del Acuerdo Interprofesional en Euskadi

por Jon Bilbao, responsable del Departamento Jurídico - Laboral de Confebask

Jon Bilbao de Confebask

El Acuerdo Interprofesional de enero de 2017 despertó expectativas generalizadas, también entre los signatarios empresariales. Primero, porque era el primer acuerdo intersectorial suscrito con el sindicato mayoritario en más de 15 años y, segundo, porque quien firma la protección de un ámbito concreto negociación es que tiene voluntad de mantenerlo y desarrollarlo.

Sin embargo, también preveíamos que, a partir de ahí, la renovación de nuestros convenios no iba a ser una tarea sencilla porque suponía un cambio de actitud por parte del sindicalismo mayoritario del que no se tenía constancia. Y acertamos. Pasado un año, todo induce a pensar  que la firma de ese acuerdo por parte de ELA tenía el objetivo de atemperar las críticas sobre la pérdida de ámbitos que recaían sobre quien había sido el gran adalid del marco autónomo de relaciones laborales, pero no acometer en serio la renovación de los convenios. Así las cosas, no es de extrañar que la expectativa que se generó entonces haya resultado fallida.

La responsabilidad de las situaciones se dice que es compartida. Puede ser. Pero, desde luego, no es compartida a partes iguales.  A pesar de su escaso eco, no nos cansaremos en difundir que durante 2017 se ha repetido la misma dinámica que en los años precedentes: en los convenios en los que intervienen las organizaciones asociadas a Confebask, allí donde las mayorías sindicales recaían en CCOO y UGT se han firmado todos los convenios, sin excepción. Este es el caso de los convenios sectoriales de Álava. Convenios que se han  firmado trabajosamente, tras negociaciones largas y arduas que al final han conducido a acuerdos que benefician a ambas partes: trabajadores y empresas.

Pero cuando cambia el interlocutor sindical el acuerdo se torna muy difícil, cuando no directamente imposible. Este ha sido más frecuentemente el caso de Bizkaia y, especialmente de Gipuzkoa donde la mayoría que conforman ELA y LAB es casi hegemónica.  En definitiva, los hechos reflejan con claridad la responsabilidad de cada cual.

A esta situación derivada del papel de los distintos actores sindicales, se añade la dificultad estructural que está padeciendo la renovación de los convenios, especialmente sectoriales, en los que se pretenden mantener  la cultura y los planteamientos clásicos y tradicionales, en un mundo que ha cambiado y sigue cambiando mucho y a un ritmo extraordinario.

Muchos de los planeamientos que nos encontramos en las mesas de negociación son exactamente los mismos que se hacían en los tiempos de bonanza económica, allá en los años 2007 o 2008, como si desde entonces no hubiéramos padecido la crisis más larga y más dura de la que tenemos memoria viva y que ha ubicado al mundo y a las empresas en un entorno radicalmente distinto. Las empresas que han sobrevivido han tenido que hacer un enorme esfuerzo de adaptación mediante la incorporación masiva de tecnología y la adaptación para competir en lo que se ha constituido en el único mercado que hoy existe: el mercado global.

Esta transformación ha requerido un esfuerzo organizativo extraordinario para, por ejemplo, lograr que uno de cada tres euros que producimos en Euskadi lo genere el mercado mundial. Quienes no han logrado adaptarse han desaparecido; casi 8000 empresas ni más, ni menos.

Semejante transformación no puede afectar a todos los aspectos de una empresa  menos a la forma en la que trabajamos. Es que es directamente imposible.  La inmensa mayoría de los textos de nuestros convenios sectoriales están redactados hace décadas y, en muchos casos, nos encontramos no solo con enormes resistencias a modificar cláusulas  que ya no tienen ningún sentido, sino con la pretensión de eliminar los márgenes de flexibilidad que desde los distintos cambios normativos se han ido abriendo para dar respuesta a la necesidad de adaptarse a cambios constantes.

A la postre, en la renovación de los convenios nos jugamos la supervivencia de las empresas y de los puestos de trabajo. O somos capaces de dotarnos de las condiciones y los medios para operar en el mundo de hoy o seguiremos donde estamos. Eso sí, al menos, y gracias a la firma de hace un año,  las veces que logremos acuerdos dispondremos de una herramienta, el Acuerdo Interprofesional, que protege lo que hemos acordado en Euskadi. Claro que para eso hace falta voluntad, no tanto de generar conflictos, sino de encontrar soluciones a los retos que nos plantea el momento que nos toca vivir.